“La vida constantemente nos presenta grandes oportunidades brillantemente disfrazadas de situaciones irresolubles”.
Charles Swindoll
«Crisis? What Crisis? (¿Crisis? ¿Qué crisis?)» es el nombre del famoso álbum que Supertramp editó en 1975 y cuyo título viene que ni pintado para lo que quiero presentar en este artículo. Y es que, en estos tiempos modernos, donde no para de sonar la palabra crisis y la actualidad se precipita alocada en una montaña rusa de sucesos vertiginosos se hace necesario, a mi entender, pararse unos minutos a reflexionar sobre todo lo que estamos viviendo y sobre lo que está suponiendo, realmente, este período de transformación. ¿De qué va esta crisis con la que nos bombardean los medios como si fuera un virus pandémico? ¿Es exclusivamente económica? ¿Cuáles son sus causas? ¿Es igual esta crisis para todo el mundo?
Crisis, traducido del griego, significa cambio y esto es algo que hemos de tener muy presente, ya que el cambio es necesario. Los que trabajamos en terapia sabemos y manejamos una verdad universal e incuestionable: todo lo que está vivo crece y evoluciona en ciclos de crisis y equilibrio. De hecho para andar hay que desequilibrarse, puesto que, entre equilibrio y equilibrio de cada pie, hay un momento infinitesimal de desestabilización. Y esto no es malo. Es necesario. Sin este estado no existiría el movimiento y lo que no se mueve se muere.
Por tanto, las crisis son cambios. Y todo cambio puede ser vivido, en función de la actitud de la persona y/o el grupo humano, como una oportunidad de evolución o como la materialización de un desastre que no hará sino traer sufrimiento sin sentido. Confianza o miedo, el fractal de la persona, las dos fuerzas eternas del universo cuyo conflicto se encarna en la figura de lo humano. Fluidez o fricción.
Decía Einstein que la mayor decisión que una persona ha de tomar en su vida es la de considerar al cosmos un aliado o un enemigo. Esto es precisamente lo que hacemos minuto a minuto, segundo a segundo, día a día, en nuestras vidas cuando actuamos desde la confianza o desde el temor.
Y esto es algo que me llena de alegría en este momento global que estamos viviendo: es nuestra oportunidad. Es más, me atrevo a decir que es nuestra Gran Oportunidad. Nunca tantos humanos han estado tan conectados y, nunca antes, tantos humanos han tenido la oportunidad tan alcance de la mano de ver dónde vivimos, cómo está montado este sistema, quienes son sus arquitectos y cuales son sus intenciones reales. Estamos en una encrucijada y una de las vías nos permite asir nuestras vidas y hacer con ellas y de ellas lo que realmente queramos: ser dueños y señores de nuestra libertad, maestros de nuestra propia energía.
Es por ello que de qué crisis hablamos. Para mí, esta es la crisis de la Mentira y del Miedo. El escenario está cayendo y podemos ver lo que hay entre bambalinas: los grandes causantes de nuestro actual derrumbe económico están siendo los mayores beneficiados. Hay una clara sensación de que las convulsiones económicas y sociales responden, milimétricamente, a una sinfonía escrita e ideada en lujosos despachos, dentro de esas modernas peceras de acero, cristal y altura que no son, sino, las atalayas de esos incansables alfareros ávidos por modelar a su antojo aquello que queda a sus pies.
Es una verdad a voces que las grandes corporaciones multinacionales (auténticos estados y poderes fácticos) se están expandiendo en un proceso de metástasis. Para ellos la crisis no es algo aleatorio, azaroso o fruto de una mala gestión. Esto es mentira. Esta crisis es un proceso calculado para estrechar más la pirámide y aumentar la distancia entre la cúspide y la base. Quieren nuestra energía y por ello promueven el miedo, la mentira, la división y el autocontrol.
Y esto es, precisamente, lo que los humanos tenemos oportunidad de poner en crisis. Podemos hacer que este sistema de relaciones humanas, esta forma de estar en relación con el entorno, la naturaleza y el resto de seres se derrumbe para construir otro más respetuoso, libre y responsable donde el latrocinio y la competición sean sustituidos por la solidaridad y la cooperación. Donde se nos dé, al mismo tiempo que se nos exija, la oportunidad de hacer algo bello, armonioso y constructivo con nuestras vidas.
El secreto de la pirámide:
“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor.
Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.”
Aldous Huxley
Decía Adolf Hitler, un tipo que de manipular masas sabía un rato, que sólo es necesario repetir, a gran volumen, una mentira el número suficiente de veces para transformarla en una verdad. Y esto, por desgracia, es así.
A diferencia del cuerpo, la mente puede justificar cualquier cosa. Simplemente hemos de convencerla. Algo que, en la mayoría de los casos, no resulta muy complicado. Una vez convencida la mente la persona será incapaz de cuestionar dicha mentira, la hará suya y estará dispuesta a arruinarse la vida para serle fiel.
Y saber de verdad lo que significa esto da muchas ventajas, porque es de sobra conocido por todo buen arribista con ínfulas de poder que permanecer en lo más alto exige un gran desgaste energético, salvo que sepas la fórmula mágica para hacer que cada uno se vigile a sí mismo, desconfíe del vecino y acepte la existencia de elites mandatarias y “bienintencionadas” encargadas, incluso por él mismo, de “ponerle a salvo y velar por su bienestar”. Hay que hacer que el sometido adore a su dueño y sueñe en ser cómo él; promover, por tanto, el miedo, la paranoia, la irresponsabilidad personal y el estereotipo y la homogeneidad. Es fácil deducir que no se pueden poner tantos vigilantes como vigilados, es un negocio con déficit. La creación de estructuras de relación piramidales es una buena estrategia para sortear este problema: Uno, solo, puede controlar a muchos y sin demasiada pérdida energética, lo cual hace que sea un negocio muy rentable.
Hemos de tener en cuenta, además, que el ser humano es, ante todo, un ser simbólico, que interpreta la realidad y que, al interpretarla, simultáneamente la va generando. Creer es crear, que decía el maestro. Luego es importante hacer que este universo cuántico en que vivimos se cristalice y materialice en la opción que más me conviene si quiero imponerme sobre todo y todos los demás. Así, se hace imprescindible ser capaz de generar una visión de la realidad humana que beneficie mi status y que, por supuesto, establezca como natural un status social que atribuya legitimidad en la toma de decisiones unidireccional del reducido grupo de personas cuyo deseo es detentar dicho poder. Veamos un ejemplo de cómo se hace.
Seguro que conoces la famosa pirámide de la vida, que tan bien cuentan en el “Rey León” (Walt Disney, 1994) y a la que llaman el ciclo de la vida. Dicha pirámide viene a decirnos que la realidad es una estructura jerarquizada, donde el más “fuerte” se come al más “débil” y la estrategia más adaptativa resulta ser la de la competición por los recursos, los cuales, en otra gran mentira, están limitados. En efecto, esta estructura piramidal es visible, en gran medida, en el mundo animal. Pero no en todo el mundo animal, porque lo que seguro que no sabes es que la etología ha dictaminado, claramente, que hay más especies que cooperan entre sí que especies que compiten entre ellas. Y con resultados más eficaces. Es decir, que desde el punto de vista natural resulta más provechoso llevarte bien con tu vecino que robarle su energía y sus recursos. Y lo que también se ha demostrado mentira es que siempre gana el más fuerte. No siempre el león se come al ñu. A veces sale apaleado por los padres de la cría, y por los amigos, vecinos y hasta olvidados ancestros de esta. Es verdad que en la sabana y en una lucha por la supervivencia grabada por el National Geographic, ser león tiene más ventajas que ser ñu. Ahora bien, esto no es garante cierto e irrefutable de nada. Y extrapolar esto directamente del mundo animal al mundo humano como si no hubiera ninguna diferencia resulta, cuanto menos, sospechoso de pereza mental, por no decir de intencionalidad clara.
Pero, ¿qué ocurre si lo aceptamos cómo valido, si asumimos que la vida tiene esta forma de relación? Inmediatamente, entonces, podremos convencer a la mente que este orden natural también se da entre los seres humanos, pues no dejamos de ser una especie animal más. Sencillo, ¿no? ¡¡Eureka!! Todo encaja: esta es la razón por la que existen pobres y ricos, pueblos «desarrollados» y «tercermundistas», élites poderosas y marginados, matones y matados. Es más, como los recursos son limitados y el fuerte siempre gana, yo estoy legitimado para expoliar lo que, naturalmente, no es mío. Es mi derecho, divina o azarosamente, regalado. No es que yo decida en cada acto, en cada pensamiento, entregar mi energía a patrones vitales violentos y destructivos sino que es el orden natural de las cosas. Mi responsabilidad en este saqueo normalizado no existe, sólo asumo las “reglas del juego” que, por cierto, son las únicas que hay. Y si no te gusta, pues ajo y agua. Como decía un amigo brasileño: «espabila que la fila está andando».
Así es que, cuando millones de humanos aceptan una mentira como verdad, esta se hace realidad. Es básico e indispensable entender realmente lo que esto significa pues las pocas familias que gobiernan el mundo no pueden obligar a siete mil millones de mentes a hacer lo que ellas quieran salvo si las hacen creer que este orden es único e incuestionable y es por su propio bien. Es de vital importancia para ellas que, allá donde haya más de un humano en el mismo espacio-tiempo, se instaure como natural un estilo de convivencia piramidal fuertemente jerarquizado que premie la competición, la irresponsabilidad, el arribismo y la mentira y que use el miedo como herramienta educativa, el sometimiento como forma de relación y la violencia como mecanismo básico de resolución de conflictos. Da igual si este lavado de cerebro se hace a través de imanes, obispos, periodistas, científicos, actores o deportistas. Lo importante es que el mensaje cale por todas partes, que la pirámide sea vista cómo única forma posible de relación vital, que se grabe en la piel y que deje un rastro genético que permita su herencia de generación en generación.
Observa el mundo que te rodea y contempla esta estructura por doquier: en tu trabajo, en tu familia, con los amigos de la cuadrilla, en las competiciones deportivas. De lo cotidiano a lo global, la pirámide está presente, impuesta o en un intento violento por ser impuesta. A veces somos destinatarios de dicha imposición, pero, y en darnos cuenta de esto sí nos va la vida, otras muchas somos los agentes de la misma, autómatas inconcientes que funcionamos por encargo secreto con la única idea de replicar el mundo injusto en el que se nos ha educado y convencido como único válido. Somos, sin saberlo, monoteístas. Adoradores conversos de este dios piramidal social, natural, familiar, laboral, escolar, parental. Y esto es así, y hasta tal punto, que nos resulta imposible imaginar una alternativa real a dicho sistema. Somos como presos que sueñan con salir de la cárcel y, una vez fuera, no saben qué hacer con la libertad. He aquí el reto y el desafío: en este tiempo de crisis elegiremos la continuidad o la creación de algo nuevo. ¿Víctimas del miedo o arquitectos de la Utopía? Por favor, no seamos miopes, pues es de esto, realmente, de lo que va la crisis: ¿lo humano quiere seguir viviendo en su infierno o crearse su paraíso? Está en nuestras manos. Pongámonos a ello.
Generando La Matrix: la mente de esclavo.
¿Qué es Matrix? Matrix está en todas partes. Está alrededor de nosotros. Incluso ahora, en esta habitación. Puedes verla cuando miras por la ventana o cuando enciendes el televisor. Puedes sentirla cuando vas al trabajo, cuando vas a la iglesia, cuando vas a pagar tus impuestos. Es el mundo el que ha estado apartando tus ojos para que no veas la verdad.- Morfeo.
¿Qué verdad?- Neo.
Matrix (Warner Bros, 1999).
Lejos de lo que se pueda creer a priori, lo más indispensable para generar una buena mentira no es tener una buena argumentación. Si queremos convencer a un humano de que los burros vuelan no le hablaremos de entrada sobre la física de los átomos y la ley de la gravedad. Lo primero, lo que realmente va a determinar si una mentira tiene éxito o no, es generar, desde edades muy tempranas, un estado emocional en el sujeto que le predisponga a asumir como natural que su normalidad reconocida es el temor, la angustia y la sumisión. Esto va a permitir dos cosas indispensables: primero, hacer que el sujeto “vibre” en una baja frecuencia energética y, segundo, que se vuelva pueril, inseguro y, por tanto, altamente manipulable. A partir de aquí, podemos contarle lo que nos dé la gana, porque ya habrá aceptado como verdad la gran mentira de su vida: que él es incapaz y que siempre hay otros más cualificados bajo cuya tutela, cueste lo que cueste, ha de arroparse. Simplemente habremos de buscar una explicación que no friccione mucho con su visión y expectativa de la vida. Y en el caso en que esto no se dé, pues modelaremos su concepción de la vida bien a través de constantes y progresivas intoxicaciones informativas (grandes medios de comunicación, por ejemplo), bien a través de la generación de sucesos repentinos, impactantes y traumáticos (la famosa cultura del shock) que, a modo de relámpagos, le generen un estado de angustia y terror masivo, le hagan funcionar desde el cerebro reptiliano y opte por girarse en busca de la tutela y cuidado paternal de su buen adorado líder (no hay nada como una buena crisis económica).
Si conseguimos esto en un número suficiente de personas la realidad de dicho grupo se irá materializando de esa manera y la pirámide, tal y como he dicho arriba, se transformará en lo normal, que no armonioso o equilibrado. Será lo más frecuente porque el mayor número de personas viven conforme a esta realidad siendo los disidentes u objetores seres anómalos y marginales, individuos extraños de los que más vale cuidarse porque son culpables de algo. Simplemente habrá que encontrar el qué. Todos deberíamos saber que lo normal y lo equilibrado no tienen porqué coincidir, al igual que “lo mejor suele ser enemigo de lo bueno”.
Y así, con este movimiento colectivo de intenciones, muchas veces inconscientes, se genera una concepción que nos engulle a todos y de la que todos tomamos parte: La Matrix. ¿Qué es La Matrix? La Matrix es el conjunto de símbolos, ideas, actos y decisiones de la que todos participamos, bien por estar a favor, bien por estar en su contra, activa o pasivamente. Es la Cultura de la Fricción que generamos entre todos y que nos envuelve, como un manto de energía invisible, tamizando de sus particulares características los estímulos de la realidad. La Matrix, en definitiva, es nuestro océano, heredado de generación en generación; y nosotros, siendo sus peces, la expandimos cada vez que friccionamos con la realidad en vez de aceptarla tal cual es.
Dicho de esta manera, suena a algo monolítico e inamovible, una especie de monstruo prehistórico con el que resulta imposible luchar, pues somos pequeños individuos que no tienen la capacidad suficiente de vencerlo. Pero hay un secreto que habremos de conocer pues la lucha no está perdida, ni mucho menos. Esta estructura, esta red que nos envuelve, tiene una gran debilidad, y es que es entrópica y, por tanto, energéticamente muy débil. Es por ello que se ha de alimentar nuestra energía, la cual nos extrae a través del miedo y el abandono irresponsable de nuestra salud, cuidado y crecimiento personal. Sólo existe porque nosotros, voluntariamente, renovamos el compromiso con ella cada vez que actuamos desde el temor, el victimismo y la irresponsabilidad. Necesita de nuestra entrega voluntaria para poder seguir existiendo y que cada uno se transforme a sí mismo en una suerte de zombie o autómata desconectado de su mundo interno emocional funcionando, por tanto, en base a criterios preestablecidos del Pensamiento Único: egocentrismo, victimismo y fricción con lo que nos rodea.
Rebelión en la granja: despierta para soñar.
“El infierno de los vivos no es algo por venir: existe, ya está aquí y es el que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Dos son las formas de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y convertirse en parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno. Y hacerlo durar y darle espacio.”
Italo Calvino (Las ciudades invisibles)
Llegados a este punto creo que estoy en disposición de afirmar una realidad que claramente vas a entender: no existe la crisis, es una mentira. Lo que no se nos está diciendo es que, en realidad, este movimiento de contracción económica y convulsión social que estamos viviendo es algo programado, predicho y anticipado. Los dueños y señores de Matrix simplemente están recogiendo la red y los intereses de inversiones previas. Y nosotros somos los pescaditos que corremos el peligro de ser devorados en este movimiento.
Sin embargo, los pescaditos pueden hacer algo no previsto: inducir una crisis de verdad, generar un cambio y resolver esta situación global de una manera no esperada. Tenemos el derecho y el deber humano de poner en jaque este juego de poderes fácticos. Tenemos la gran oportunidad, como jamás antes, de hacer que la pirámide se quiebre, de transformarla en otra cosa: en una estructura circular donde no haya puntos más prestigiados que otros. Y hemos de hacerla juntos, siendo conscientes de que, nunca antes, desde que se tiene registro histórico hubo tantos humanos despiertos y conectados entre sí. Y, como demuestran disciplinas como la biología o la física, sólo es necesario que una masa crítica de personas adquiera una voluntad y una dirección clara para que empiece a darse el cambio y se expanda como un soplo de aire fresco y liberador entre el resto de personas. Es necesario despertar, tomar consciencia de dónde y cómo habitamos. ¿Por qué no empezar cada uno por lo que tiene más cerca y a mano? ¿Por qué no empezar por uno mismo, por terminar las guerras internas en las que está batallando y que le hacen esclavo del miedo, la rabia y el rencor? Como decía Manu Chao, no verás esta revolución en la televisión. Y como decía Ghandi, no será violenta. No hagamos nada contra nadie ni nada, hagámoslo para nosotros mismos. Seamos ligeros y crucemos puentes de papel. Busquemos nuestro bienestar con responsabilidad, dignidad y energía.
Pongamos la pirámide patas arriba. ¿Cómo? Despertando. Empezando a ser dueños de nuestras existencias y energías. He aquí algunas sugerencias:
1.- Amplia tu consciencia y descubre tus trampas, aquellos mecanismos caracteriales que te mantienen enquistado a situaciones y relaciones destructivas. Observa qué experiencias te mantienen atascado y te hacen sufrir y actúa sobre aquello que, en realidad, es sobre lo único que puedes actuar: tú mismo. ¿Cómo? Pregúntate qué estás poniendo tú en esa relación para que siga atascada. Puede ser algo interno, silencioso, pero, seguramente, muy cargado energéticamente. Cambia tu intención al respecto y busca tu bienestar saliéndote de esa pelea. Sólo vence quien no está en guerra.
2.- No asumas como cierto nada que no sientas en tu interior. Tu único maestro eres tú mismo, pero has estado demasiado ausente. Has de reconectarte, volver a hablar contigo mismo. Saber lo que tu parte vieja, sabia y profunda (llamémosle inconsciente) te está comunicando, pues te orienta en todo momento. Haz de ti tu mejor amigo.
3.- Consagra tu bienestar y tu placer y sé exquisito contigo mismo. No construyas tus deseos desde un plan mental y estereotipado, sino desde la experimentación en primera persona. Si algo te va mal es que no es bueno para ti. Prueba otra cosa, aunque nadie más lo haga.
4.- La brújula siempre es la emoción. La sensación es el norte: si algo te abre, te calma y te pone en conexión con el mundo, sin duda, es bueno para ti. Si te cierra, te agita y te aísla del mundo y te encierra en la celda de tu mente parloteante, entonces, es tóxico.
5.- Nuestro peor asesor es el miedo. Cada vez que le hacemos caso se fortalece y, no olvides, que se alimenta básicamente de tres cosas: la clandestinidad, el aislamiento, y la pasividad. Por tanto, comparte, exprésate, no te juzgues y no juzgues y, lo más importante, sé el guionista, director y protagonista de tu vida.
6.- No permitas que te roben tu atención. En este caso, la atención y la energía es lo mismo. Si tú no usas tu energía para conseguir tus metas entonces, y aunque no lo sepas, estás malgastándola para satisfacer los objetivos de otros. Sé inteligente y espabila.
7.- Cuestiónate todo y, sobre todo, a ti mismo. ¿Y si yo estoy equivocado? ¿Y si milito en el bando equivocado? Esto no significa que no te comprometas con nada, sino que hay que estar vigilante para no dormirse en los laureles. Cuanto más consciente seas de tus inercias destructivas más capacidad tendrás de manejarlas. Ellas nos acompañan toda la vida.
8.- Aprende las diferencias que existen entre el bienestar y la euforia y la tristeza y la depresión. El bienestar y la tristeza calman y nos retornan a nuestro centro. La euforia y la depresión nos agitan, nos descentran y nos quitan nuestro poder, transformándonos en seres infantiles con visiones irreales de lo que nos rodea, compulsivos y fácilmente manipulables.
9.- Comprométete a vivir en el aquí y en el ahora. Es lo único que existe, y si tu cabeza te agita, silénciala con la sensación, con los sentidos o con la respiración. Lleva tu atención a cualquiera de ellos.
10.- Cada día haz lo máximo y no más y no te hagas expectativas. No supongas, pues quien supone aumenta enormemente sus posibilidades de ser frustrado.
11.- Pide ayuda cuando la necesites. Llora cuando sea necesario y muéstrate débil si lo estás. La fortaleza es la capacidad de adaptación, no la rigidez ante los cambios. Lo vivo es maleable, lo muerto es lo duro.
12.- Huye de las explicaciones complejas de la realidad. La verdad siempre es simple y sencilla, al alcance de todos. Si no la entiendes es que no te la quieren contar.
12.- Y, sobre todo, conoce tu Verdad: ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas?
Por último, y para terminar, me gustaría apuntar algunas pinceladas sobre posibles criterios a tener en cuenta que nos ayuden a diseñar formas alternativas de relación grupales:
1.- Las nuevas formas de relacionarse han de estar vivas. Es decir, nunca la estructura o metodología de relación puede priorizarse al buen funcionamiento del grupo o de la estructura grupal. Basta de burocracias. Hemos de ser osados y apostar sólo por aquellas estructuras que aporten y nutran. Es por esto, que hemos de aceptar que la muerte sigue a lo vivo y, al mismo tiempo, lo anticipa. Nunca la organización ha de anteponerse a la función y finalidad por la que fue creada y, por esto mismo, ha de tener fecha de caducidad que, evidentemente, puede ser prorrogada.
2.- Una grupo que funciona es una estructura donde todos los miembros están implicados y esto supone, al menos, lo siguiente:
todo el mundo tiene derecho a expresarse y a ser escuchado sin ser juzgado;
los compromisos han de ser respetados y se ha de exigir respeto a los miembros de la estructura;
evidentemente, cualquier acuerdo es susceptible de ser revisado y cambiado, pero ha de ser propuesto de forma explícita y compartida con todos los miembros y no en “reuniones secretas” en los pasillos. Claridad, transparencia, horizontalidad y democracia del trabajo;
el grupo nutre y abastece al individuo;
el grupo fomenta y respeta la autonomía de cada uno de los miembros;
el grupo exige a cada uno de los miembros que haga algo responsable y constructivo con su vida, lo cual es decisión del sujeto;
todos los miembros del grupo han de colaborar entre sí, para evitar la existencia de bandos;
y, por último, todos los miembros del grupo han de pasar por todas las funciones que el grupo requiera.
3.- Se destierra, bajo cualquier circunstancia, lo siguiente: el miedo como herramienta educativa, el sometimiento como forma de relación y la violencia y proyección como mecanismo básico de resolución de conflictos. Los humanos somos, ante todos, seres imaginativos y grandes creadores. Seamos inteligentes, por tanto, y busquemos nuevas maneras de resolver los problemas que compartan la intención de fricción cero (igual a cero sufrimiento) y consecución del objetivo deseado.
4.- El mecanicismo es un síntoma de pereza mental y atasco energético que es antagónico al desarrollo de lo vivo y, por tanto, ha de ser exiliado. Es el mayor exponente del paradigma piramidal y, por tanto, contrario a lo vivo.
Conclusión:
Estamos en un momento mágico, en el sentido más radical del término. Cualquier cosa es posible en estos días porque todo está tan inestable que vamos a tener la oportunidad de experimentar nuevas maneras de solucionar los mismos viejos problemas. Seamos osados y optimistas y busquemos la utopía: un mundo mejor para todos, respetuoso y acogedor, dignificado en el compromiso individual de ser un humano responsable que se desliza por la realidad y surfea los acontecimientos hasta transformar lo pesado en ligero, lo dramático en divertido.
Que seamos nuestra madre y nuestro padre. Nuestro mejor amigo. Que el mundo, esté donde esté, sea nuestro hogar, nuestra tribu. Que la mentira sea la vergüenza y la Verdad la moneda.
Ser valiente no es no tener miedo; es ser consciente de que podemos atravesarlo.
Buen viaje y buen 2012.
“El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la
destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase
sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado,
giraré mi ojo interior para escrutar su
camino. Allá por donde haya
pasado el miedo ya
no habrá nada.
Sólo estaré
yo.”
Letanía Bene Gesserit contra el miedo – Dune (Frank Herbert)